El cachorro nace con un manto blanco y negro, formado básicamente por lana, para protegerlo del frío.

El manto del cachorro se cambia gradualmente por un manto blanco y gris perla, más rústico que el del cachorro, que protege al perro hasta el año y medio.

A partir del año y medio realiza la última muda para alcanzar su manto de adulto, blanco y gris oscuro, denso, hirsuto. El tono del gris va asociado al color de ojos.

Podemos ayudar a nuestro perro en las mudas cepillándolo con más frecuencia de la habitual. Así el cambio de pelaje será más rápido y más hermoso (el pelo viejo no tendrá tiempo de volverse marrón).

En el caso del cachorro, nuestro consejo es utilizar siempre un peine de púas finas y apretadas, con la punta redondeada. Comenzaremos por acostumbrarlo a las sesiones de peinado, colocándolo siempre sobre una mesa fuerte (nuestra espalda nos lo agradecerá cuando sea adulto, además de ser la única forma de controlar perfectamente el peinado), y lo peinaremos con suavidad, con caricias, para que resulte una sesión de mimos. Los primeros días la sesión debe durar el tiempo necesario pero terminaremos antes de que pueda ponerse nervioso. No olvidemos que al bobtail debe gustarle el arreglo del manto.

A partir de los 3 meses, el objetivo será arrancarle el pelo utilizando el peine y los dedos. Una buena sesión de peinado será aquella en que le hayamos sacado el fondo de una bolsa de pelo. Esto no debe realizarse produciéndole dolor, el pelo cae si peinamos al cachorro de forma enérgica pero no agresiva. Si lo hacemos bien, cuando tenga 6 meses lucirá un precioso manto de joven, y podremos dejar el peine para deshacer nudos y utilizar en su lugar un cepillo suave (de mantequilla) para mantener su pelo desenredado y ayudarlo a crecer. Entonces ya hablaremos.

Importante:

Descárgalo en formato word